Lo cierto es que nuestros conocidos, nuestros amigos y nuestros seres queridos nos sobreviven, y a través de ellos también nosotros.
No se trata de lo que tenías, sino de lo que diste. No de lo que parecías, sino de cómo viviste. Y no se trata únicamente de ser reconocido. Se trata de dar a los demás una buena razón para que te recuerden. -Tonya Hurley

sábado, 30 de abril de 2011

Vestido blanco y jeringuilla en mano.

Y sí, pudo ser algo espontáneo, inesperado, algo que no imaginabas.
Pudo ser con alguien cuya identidad desconocías y cuyo paradero nunca sabrías.
Pudo ser alguien a quien nunca volverías a ver y, en el caso de que ocurriera, ni siquiera recordarías.
Pudo no significar nada para él y demasiado para ti.
Y sí, pudo ser todo lo que un día soñaste y que nunca se volverá a repetir.
Sin embargo, también pudo ser un momento mágico, celestial.
Y no olvides que, aunque no puedas recordar sus ojos, su cara, su pelo, no olvides que ocurrió.
Y no llores porque se quedara solo en eso, en un momento.
Sino alégrate de que sucediera.
Como una película romántica en la escena en la que se besan por primera vez.
Con un triste final y sin secuela.
Pero, al menos, siempre podrás rebobinar, y volver a vivir aquella escena una y otra vez.
Como la página de aquel libro que relees sin cesar, como esa foto que no te cansas de mirar, como esa fecha que siempre tratas de recordar.
Como en los cuentos de hadas

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