Reid, ineptos, reid

Aquellos ojos negros destacaban por su piel color porcelana.
Sentado sobre una piedra incómoda observaba sus manos ásperas, doloridas.
No podía más.
Estaba cansado de seguir siempre el mismo patrón.
Estaba cansado de tener que hacer lo que ellos le dijeran, sin poder cuestionarse nada.
Aquello había llegado demasiado lejos.
Siempre eran los mismos los que acababan cayendo.
Y allí estaba.
Sobre un suelo sucio, mugriento, olvidado por completo.
Únicamente visitado por mentes carentes de algún tipo de compasión.
Carentes de cariño, comprensión.
Sabía que estaba atado de pies y manos.
Sabía que no era ni el primero ni sería el último que cayera por sus oscuros propósitos.
Pero ya era imposible.
Unas cuerdas lo sujetaban, lo herían, lo controlaban.
Hacían de él lo que querían.
Mas siempre tenía que mantener esa sonrisa cadavérica.
Simplemente para hacerlos reir.
Para hacer reir a todos aquellos cuya sonrisa le hacía llorar día a día.
Era la mariposa que volaba hacia el huracán.
Y él bien lo sabía.
Unos voces llegaron.
"Oh, ya toca"- se dijo sin esperanza.
El telón subió.
Decenas de personas lo observaban, divertidas por verlo sufrir.
Era el payaso que ellos querían que fuera.
Cómo no iban a estar contentos.
Ya tocaba volver a hacerlos reir.
Ya empezaba la función.